la novela

la historia

Nadie que hubiera conocido a nuestro singular amigo, Alonso Quijano, en su juventud, podía imaginar que llegara a convertirse un día en un caballero pedante —en su fascinante y discutida acepción de pedagogo andante—. Ocurrió que, maravillado con las aventuras que se contaban en el Quijote —de cuya lectura era fervoroso entusiasta—, trató no tanto de desfacer agravios, socorrer viudas o amparar doncellas, como de luchar contra el analfabetismo galopante de un país en horas de extinción literaria. Tamaño empeño no fue fruto, por entero, de la influencia que pudieran haber tenido en él las historias narradas en la novela cervantina, sino que fue, más bien, un tremendo golpe de calor, que sufriera en una playa de Benidorm, lo que hiciera que su ya extraordinaria compostura se convirtiera en sabia y provechosa locura.  
Así los hechos, si hubieran de contarse, convendría hacerlo por donde comenzó todo, pues podría resultar de gran contribución y entretenimiento.  
Es así como va la historia